Baldó, Fernando



IV

Yo soy el santo, orando en la terraza, - como los ani¬males pacíficos pacen hasta el mar de Palestina.

Yo soy el sabio en el sillón umbrío. Las ramas y la llu¬via se arrojan contra el ventanal de la biblioteca.

Yo soy el peatón del camino real entre los bosques ena¬nos; el murmullo de las esclusas cubre mis pasos. Veo largo rato la melancólica lejía dorada del poniente.

Con gusto sería el niño abandonado en la escollera que partió hacia alta mar, el pajecillo que sigue la alameda cuya frente toca el cielo.
Los senderos son ásperos. Los montículos se cubren de retamas. El aire está inmóvil. ¡Qué lejos están los pájaros y las fuentes! Esto sólo puede ser el fin del mundo, que avanza.