Bernardini, Cristian



DESFILE

Solidísimos bribones. Muchos han explotado vuestros mundos. Sin necesidades, y poco dispuestos a poner en práctica sus brillantes talentos y su experiencia de vues¬tras conciencias. ¡Qué hombres tan maduros! ¡Ojos alela¬dos a la manera de la noche de estío, rojos y negros, trico¬lores, de acero punteado por estrellas de oro; semblantes deformes, plomizos, lívidos, incendiados; alocadas ron¬queras! ¡El paso cruel de los oropeles! - Hay algunos jóvenes, - ¿cómo mirarían a Querubín? - dotados de voces espantosas y de algunos recursos peligrosos. Los envían a pavonearse en la ciudad, ridículamente atavia¬dos de un lujo repugnante.
¡Oh el más violento Paraíso de la mueca rabiosa! Sin comparación con vuestros Faquires y demás bufonadas escénicas. En trajes improvisados con el sabor del mal sueño representan endechas, tragedias de malandrines y de semidioses espirituales como nunca lo han sido la his¬toria o las religiones. Chinos, hotentotes, zíngaros, ne¬cios, hienas, Molocs, viejas demencias, demonios sinies¬tros, mezclan giros populares, maternales, con las posturas y las ternuras bestiales. Interpretarían piezas nuevas y can¬ciones para «señoritas». Maestros juglares, transforman el lugar y las personas y emplean la comedia magnética. Llamean los ojos, la sangre canta, los huesos se ensan¬chan, las lágrimas y unos hilillos rojos chorrean. Su burla o su terror dura un minuto, o meses enteros.
Sólo yo tengo la clave de este desfile salvaje.