Díaz, Ariel

REALEZA

Una hermosa mañana, en un pueblo muy amable, un hombre y una mujer soberbios gritaban en la plaza pú¬blica. «¡Amigos míos, quiero que sea reina!» «Quiero ser reina». Ella reía y temblaba. Él hablaba a los amigos de revelación, de prueba terminada. Se extasiaban el uno junto el otro.
De hecho fueron reyes toda una mañana en que las col¬gaduras carmesíes se desplegaron en las casas, y toda la tarde, en que juntos avanzaron hacia los jardines de pal¬mas.