Caro, Juan Pablo



III

En un granero donde fui encerrado a los doce años co¬nocí el mundo, ilustré la comedia humana. En una bodega aprendí la historia. En alguna fiesta nocturna en una ciu¬dad del Norte encontré todas las mujeres de los antiguos pintores. En un viejo pasaje de París me enseñaron las ciencias clásicas. En una magnífica morada cercada por el Oriente entero, realicé mi inmensa obra y pasé mi ilus¬tre retiro. He agitado mi sangre. Mi deber me ha sido condonado. Ni siquiera hay que seguir pensando en eso. Soy realmente de ultratumba, y basta de encargos.